Dada la situación actual de crisis cronificada que dura ya casi 5 años y que los analistas más optimistas alargan hasta 5 años más, las empresas se han visto obligadas a reducir sus recursos materiales y humanos, en mayor o menor medida y de forma proporcional a su volumen de negocio y mecanismos de financiación más o menos saneados.
La adaptación es un factor imprescindible en las organizaciones ya que cada vez más las empresas tienen que estar preparadas para ofrecer igual o mayor servicio con menos recursos. Se requieren perfiles de trabajadores polivalentes, con formación y gran motivación. La formación profesional continua es una herramienta imprescindible para facilitar dicha adaptación.
La formación siempre ha de vincularse a las necesidades organizativas de la empresa, y para ello es preciso realizar periódicamente un análisis de determinados factores para detectar e identificar dichas necesidades: evolución del mercado, nuevas tecnologías y métodos de trabajo, cualificación del personal, exigencias legales generales y específicas, situación frente a la competencia, etc…
Posteriormente, una vez analizados dichos factores, la empresa deberá dar respuesta a otras importantes preguntas: a quién debemos formar, el nivel de formación, en qué área, el nivel de urgencia de dicha formación.
El papel de la Dirección en un entorno de cambios es fundamental: adoptando nuevas ideas que puedan suponer mejoras y asumiendo riesgos. En la motivación de la formación, la dirección de la empresa debe ser la primera implicada.
La interrelación entre motivación, formación y satisfacción es evidente, y en diversos estudios de clima laboral, se ha encontrado una fuerte asociación entre satisfacción y estabilidad en la organización. El trabajador que no se encuentra satisfecho con su trabajo, buscará oportunidades para evitar su permanencia en un entorno en el que no se encuentra cómodo.
Por ello es importante que el trabajador reciba formación continua en las funciones de su puesto de trabajo. Ello le otorgará la satisfacción del reconocimiento de sus superiores y compañeros, le abrirá expectativas de promoción, y le otorgará un beneficio objetivo por el aprendizaje y ejecución de nuevas habilidades. La formación no sólo es una obligación para el empresario sino un derecho y también un deber para el trabajador. Su negativa injustificada supondría un incumplimiento.
La formación , aunque costosa en términos económicos, puesto que el tiempo que se dedica a aprender es tiempo que no se dedica a trabajar, es extremadamente valiosa: mejora el nivel de rendimiento y evita que se produzcan errores, retrasos y que se pierdan oportunidades por falta de conocimientos o habilidades.
En el ámbito de la empresa, la Formación en Prevención de Riesgos Laborales ocupa un importante papel, tanto por el objetivo de la misma (disponer de una plantilla informada, formada y consciente de los riesgos que implican cada una de las actividades que desarrolla de tal manera que puedan así evitarse accidentes y enfermedades profesionales) como por las consecuencias directas que ello significa para la empresa: mayor productividad y rendimiento y una mejor proyección de la empresa en el mercado actual.
La Prevención de Riesgos Laborales se ha convertido en una herramienta básica, en la que la labor formativa de los profesionales de la prevención (tanto internos como externos a la empresa) es capaz, sin duda, de mejorar el clima laboral y la productividad de las compañías.