La intención de este “post” es aportar alguna reflexión respecto a la eclosión del término “well-being” en el ámbito de la gestión de personas, la salud y, finalmente, la responsabilidad social corporativa de algunas, normalmente grandes, compañías y organizaciones.
Los programas de fomento del bienestar y su contextualización en las que a partir de ahora conoceremos como “organizaciones saludables” han eclosionado en los últimos cinco años. Así, parecería como si una súbita fiebre respecto a la mejora de la calidad de vida laboral hubiera convulsionado los programas e intenciones de buena parte de los gestores de Recursos Humanos, de Salud y Seguridad, e incluso de responsables de Marketing de alguna gran compañía.
La aparición del termino empresa saludable no es nueva. Se trata de una cierta puesta al día de la orientación estratégica que supuso la Carta de Ottawa en 1986 o, más recientemente, la Declaración de Luxemburgo de 1997.
Los primeros años 90 fueron un espacio temporal donde florecieron un enorme número de propuestas vinculadas a la salud en el entorno de Trabajo. Así, en el contexto estratégico de “Salud para todos en el año 2000”, el programa ciudades saludables desarrolló numerosas actividades en el entorno laboral. Por no ir muy lejos, recuerdo, como no podía ser de otra manera, nuestra particular propuesta de promoción del ejercicio físico entre los conductores de autobús de la Ciudad de Barcelona. Se trataba del proyecto TranSport.
Otro evento significado fue, en 1992, la conferencia europea de Medicina del Trabajo en Santander. Así, bajo la dirección de Pérez Bouzo, recuerdo perfectamente la mesa inaugural que bajo el titulo “Organizaciones Saludables”, José Mª Peiró, Aurelio López Zea, Salvador García y yo mismo, tuvimos ocasión de desarrollar.
No obstante, y aun pareciendo lo contrario, la presente nota no tiene la intención de “yo la vi primero!!”, no. El comentario que pretendo desarrollar tiene la intención de ser llamada de atención frente a aquellos planteamientos que, por ligereza y frivolidad, pudieran convertirse en amenazas respecto a términos y propuestas tan serias como la Promoción de la Salud en el lugar de Trabajo.
En nuestro país, praxis y términos tan respetables como la Prevención, sufren un enorme desgaste y descrédito por el mal uso que entre todos hemos desarrollado. No hagamos lo mismo con la Promoción de la Salud.
Sellos y certificaciones de empresa saludable, programas por doquier de well-being y bienestar laboral, nunca como ahora tanta profusión de iniciativas en favor de la salud, ¿entonces, a que vienen las cautelas?
Las cautelas vienen por que bajo el término well-being y programas de bienestar laboral, pudieran esconderse mas intereses de marketing que intereses reales por la mejora de las condiciones de salud de los individuos y colectivos.
El término well-being es un término líquido, cabe todo. Cualquier propuesta y ocurrencia que camine entre el partido de futbol y otros “divertimentos”, el ocio, o significativos eslóganes en contra del tabaco o del colesterol tienen verdaderos números de ser considerados programas de well-being. Así, sin más o con poco más.
Después de haber observado bastantes propuestas a modo de iniciativas de well-being, daría la sensación que la eclosión de actividades de bienestar y la carrera establecida en búsqueda del ansiado sello y certificación como empresa saludable fuera, en si mismo, el verdadero objetivo. Utilizando a Zygmunt Bauman en “tiempos líquidos”, sin consistencia, sin trascendencia, sin cambio… efímeros.
Si se pretende que las actividades encaminadas a la mejora del bienestar en el trabajo no sean meros espacios de ocio y entretenimiento y, por el contrario, lo que se pretende es la mejora de la salud para el conjunto de empleados de una organización, deberíamos atender a unos pocos, conocidos y consensuados principios:
1º El motivo y objetivo de salud debe arrancar de la percepción de necesidad de la población a quien irán dirigidas las actividades. Sirven de muy poco las iniciativas ilustradas y generadas en algún despacho alejado de la necesidad real.
2º El instrumento a utilizar en cualquier contexto de promoción de la salud (cualquier iniciativa de well-being lo es), es la educación sanitaria.
3º La Educación para la Salud aspira al cambio de actitudes. Cualquier cambio de hábitos, cualquier proceso educativo requiere competencias, esfuerzo y tiempo de aplicación.
4º La intervención se debe definir, registrar, monitorizar y evaluar. Por mucho del que se disponga, siempre hay tiempo, dinero y prestigio en juego.
Well-being, ¿tiempos líquidos?